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El malbec argentino

Según Enrique Foster, mallorquino-norteamericano capturado en Mendoza por nuestro malbec, sólo unos pocos de los muchísimos malbec argentinos son realmente considerados en el exterior

Y sobresalen entre los mejores tintos del mundo.

Deben ser diferentes unos de otros, dice el experto, y no igualarse mediante concentración, sobremaduración de las uvas o exceso de madera, todas cuestiones que opacan las características de cada terroir. La concentración se logra reduciendo la producción del viñedo.

Los viñedos únicos de Lunlunta y Vistalba, de 60 años, se salvaron de ser arrancados, y los trabajan con amor sus dueños y los técnicos de la bodega. A 820 y 1030 metros de altura sobre el nivel del mar, resultaron los elegidos para la nueva línea Terruño. De la misma cosecha, 2004, y con los mismos esmerados cuidados, ambos son francamente diferentes, cosa que se disfruta. Terruño Lunlunta y Terruño Vistalba ($ 60) se cosecharon a fines de abril 2004 y se elaboraron en la pequeña e impecable bodega con los mismos cuidados. Foster señala que ésta fue construida para hacer malbec, ya que las bodegas para tintos son especiales.

Estas líneas pasaron doce meses en barricas nuevas de roble francés –de altísimo costo– y nueve en botella, con corcho natural, en la cava subterránea, con producciones de sólo 10.000 botellas.

Vistalba está listo para tomar, en tanto Lunlunta lo estará en julio, con 12 meses de estiba; diferencias de terroir. Ambos exhiben el color propio y natural del malbec, rojo rubí a violáceo intenso, pero no tenebrosamente oscuro, y cuerpo pleno, aunque no robusto. Lunlunta sabe a frutas rojas frescas y especias, y está listo para beber; Vistalba, más maduras, denota el roble, por lo que pide tres meses más en botella. Ambos prometen unos años de guarda. Acompañan una buena variedad de platos de alto sabor, quesos, y hasta chocolate del bueno. Otro malbec de la bodega, Ique 2005, sin madera ($ 20), es para recomendar.

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