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Aperitivo
Qué vinos sirven como aperitivo


Cuando el vino precede a la comida debe tener ciertas cualidades.

Lo más importante a tener en cuenta cuando se piensa en un vino como aperitivo es que éste tiene que tener las cualidades suficientes como para cumplir con el lema: "poco y bueno, dos veces bueno".
Si el vino es la bebida de la "moderación", si lo es como aperitivo, en mayor medida.
El aperitivo debe ser una bebida placentera, delicada y deliciosa. Si su graduación alcohólica es alta, lo mejor es servirla con algunos canapés, pan, galletitas sin sal, para evitar que viaje sólo a través de nuestro estómago.

En cuanto a los vinos blancos secos

Recuerde que las cualidades esenciales de un aperitivo son la frescura y la ligereza.
El vino, no debe ser ni pesado, ni astringente, ni que delate su paso por barrica de roble.
Por estas razones, los mejores son los blancos secos, frescos y aromáticos.
Los más óptimos, son, en primer lugar, los varietales con aromas definidos como el Sauvignon, Chardonnay, Semillón, Voignier y algunos excelentes Torrontés.
Cuando vaya a seleccionar el Chardonnay, recuerde que hay dos formas de elaborarlo. En una de ellas, se elabora como cualquier vino blanco y en la otra, como un tinto.
Como aperitivo, elija la forma de elaboración en blanco, y si la comida se presta, pueda acompañarla con otro Chardonnay elaborado como tinto, y con madera.
Los vinos más aconsejables son aquellos a los que esta frescura acompaña un sabor agradablemente ácido, que sacia el apetito y nos llena de placer al beberlo.
Busque siempre, en todo vino, el equilibrio y la armonía entre el color, aroma y sabor.

En cuanto al vino champaña...
Para muchos, el aperitivo ideal, es la champaña.
De acuerdo a cronistas y novelistas de la "belle époque", el modo más fino de ofrecer champaña a una hermosa mujer era llenar con él una bañadera y una vez llena, la señora se introducía en ella despreocupadamente.


Aunque tamaño ritual sólo estaba al alcance de pocos bolsillos, ya que hacían falta por los menos 180 botellas.
Pero, para los menos pudientes existía otra posibilidad, que consistía en llenar de champaña el zapato de la dama y se bebía mirándola a los ojos.

Quizás estas anécdotas hayan sido exacerbadas por muchos escritores, pero lo que sí es cierto es que en la literatura, el vino champaña siempre estuvo ligado a las fiestas, al amor, a la seducción y a las mujeres.
Recuerde que si usted lo sirve antes de las comidas y va sólo, tiene que ser de buena calidad.
Evite aquellos muy baratos, que luego ocasionan grandes dolores de cabeza y después de horas, uno los sigue recordando.
Una de las formas de reconocer la calidad es a través de las burbujas.
El burbujeo dentro de la copa debe ser como un rosario de burbujas pequeñas, que perduran en el tiempo.
La copa que se utiliza es el tipo flauta con cáliz alto y estrecho, de cristal fino y trasparente, que permite seguir con la vista fácilmente la trayectoria de las burbujas.
Recuerde que en este tipo de espumantes es fundamental tener en cuenta una temperatura de servicio que oscile entre los 6°C y 8°C; y que para enfriarlo, el método ideal es colocar la botella en un baldecito con hielo.
Cualquier otro método de frío debe ser descartado, especialmente la heladera.

Existen varios tipos de champaña y una primera subdivisión se puede realizar de acuerdo al color.
La otra se hace de acuerdo a la cantidad de azúcar que posea.
En orden creciente, podemos citar los tipos: "brut", "seco", "semi-seco", "semi-dulce" y "dulce".
Haga la elección, según las características de la comida que acompañará su champaña.
El tipo "brut" puede ser servido como aperitivo, y va muy bien con bocaditos de pescado, con crustáceos, con ostras y con paté.
Nunca es buena combinación con platos azucarados, o con crêpes suzettes.
Si se lo sirve con ostras se debe evitar el agregado de limón a los frutos de mar.
Se dice que el vino champaña "brut" representa la apoteosis del banquete.
Es el aperitivo por excelencia.
En cambio los semisecos o dulces se suelen servir después de las comidas.
La champaña al poseer anhídrido carbónico pasa rápidamente a la sangre, pero su efecto se disipa más rápidamente.

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